El Castigo de Dios

 
 
 
 

Una productora de cine de New York, acaba de enviar un email a Leonardo, donde le informan que su guión no ha sido seleccionado en el concurso. El lo sabía, pensó, pero tenía miedo de admitirlo. Leonardo aún no supera el fracaso de su primera novela, Carlota, la puta triste, pero pese a todo, continúa escribiendo, sin perder la confianza, como su agente le dice en repetidas ocasiones.

Sin muchas opciones en la mesa, más que la de su antiguo trabajo en el canal de televisión, Leonardo regresa a escribir historias del corazón para novelas del media día, esas que le dan para pagar la renta de su piso. Pero un día, su agente lo llama y le dice que hay un trabajo para él: es un proyecto muy bien pagado, pero además con una gran historia detrás, como le gusta a Leonardo. Se trata de realizar un documental sobre Agua de Dios, un pequeño pueblo a 3 horas de Bogotá, que fue famoso a principio del siglo XX, por haber sido uno de los tres lugares del país donde el gobierno confinó, de manera controversial, a los enfermos de lepra. Leonardo, un escritor curioso, se fascina con la idea.

Al dia siguiente Leonardo se reúne con Alicia, una de las productoras y socias del proyecto quien le contará con mas detalle sobre su nuevo trabajo. Leonardo tendrá que entrevistar personajes, documentar material de apoyo, fílmico y escrito, e investigar la historia médica de la lepra en Colombia. Pero lo más importante, añade Alicia, será recopilar, de manera escrita y grabada, una serie de conversaciones y entrevistas con su socio, el Señor Luis Antonio Gómez, un anciano español, al parecer historiador y crítico, radicado en Colombia hace muchos años y conocido ampliamente por sus aportes a la cultura, y su apoyo al talento musical del país. Según Alicia, Luis Antonio tiene valiosa información de Agua de Dios.

Leonardo se encuentra sentado, escuchando a Luis Antonio, atento, como ya es costumbre en los últimas tardes. Es inútil pensar que podemos volver al inicio de todo, sin sentir que nos lanzamos a un vacío fatuo y desolador que te devora en el intento — dice Luis Antonio. La música de Bach suena en el fondo. Leonardo lleva horas tratando de preguntar muchas cosas, pero el silencio de la sala es dominado por los monólogos de un hombre terco y obstinado. Los días pasan, y Leonardo no avanza en su trabajo. Alicia interrumpe constantemente para traer una copa de whisky. Leonardo entra al baño y se hace una línea de coca en el lavamanos, mientras observa su rostro en el espejo y piensa en Diana, y en la promesa que le hizo. Leonardo se lava la cara y vuelve al estudio, donde está Luis Antonio. Pero ya no lo encuentra. Luis Antonio ha muerto. Solo ve a su alrededor algarabía y bullicio: Es el teatro Colón de Bogotá, y estamos en 1875.

Leonardo sale del teatro asustado queriendo despertar de ese tormento. En la lejanía observa un vagón, blanco, que lleva a los leprosos hacia Agua de Dios. Una mujer corre por la carretera hacia el puente de Los Suspiros. Esta descalza. Hay llamas en la aldea. Leonardo no logra comprender sus visiones y siente que está enloqueciendo. Los escritos y las memorias del viejo son como navajas que cortan lentamente la piel de Leonardo. La política y la iglesia son ahora los protagonistas. Es 1905. El gobierno decreta encerrar, en contra de la voluntad, a los pacientes de lepra. La muerte camina, sonámbula y un amor impuro regresa del pasado.

Colombia se ha convertido en la primera potencia mundial de lepra. Ha perdido a Panamá, y la guerra de los mil días, deja a su paso miseria y hambre. Somos el repudio internacional y no hay nada que pueda detenerlo. Solo queda observar el pasado, asomados desde la tristeza del silencio. Leonardo despierta. Esta en el sofá de su casa. Se ha quedado dormido. Esta obsesionado con una historia, inconclusa, esa que Luis Antonio le confió antes de morir y de la que ahora ya es imposible escapar.

No podrá haber paz, evitando el pasado, dice Luis Antonio, mientras observa el jardín desde su ventana del estudio. Alicia esta cortando unas rosas para él. Era una tarde fría, recuerda Leonardo.

 
 
 

Puente de Los Suspiros
circa, 1886
Photo courtesy by Efraín Oyaga

 
 
 

Colombia, principio de siglo XX. Las guerras civiles y la guerra de los Mil Dias, deja a su paso miseria y pobreza. En la exposición universal de Paris de 1901, Colombia figura en el mapamundi, con una mancha amarilla, como símbolo del país con mas casos de leprosos en el continente americano. Luego, en 1906, en NY, un diario afirma que Colombia es una autentica leprosería. Medicina, Iglesia y estado, son amenazados por las repercusiones internaciones de esta oscura y desconocida enfermedad, generando una gran controversia política y social, que terminó aislando a los leprosos como medias esenciales para el desarrollo de la sociedad.

 
 

Se consideró históricamente incurable, mutilante y vergonzante.

En 1909 se decretó por demanda de la Sociedad de Patologías Exóticas la exclusión sistemática de los "leprosos" y su reagrupamiento en leproserías como medida esencial y vital para la sociedad.

Algunos la llamaban lepra. Otros, en cambio, la llamaban El Castigo de Dios.

Una novela de Julián De La Chica

 
 
 
 

Marco Histórico

Desde tiempos antiguos, la lepra o enfermedad de Hansen, ha sido estigmatizada por las creencias religiosas y los mitos populares. En el antiguo testamento por ejemplo,  la lepra es considerada pecado, impureza y vergüenza. Una maldición divina.

 
 

Números 5:2: Manda a los hijos de Israel que echen del campamento a todo leproso, a todo el que padece de flujo y a todo el que es inmundo por causa de un muerto.

 

Levítico 22:4: Ningún varón de los descendientes de Aarón que sea leproso, o que tenga flujo, podrá comer de las cosas sagradas hasta que sea limpio ».

 

Un estigma social y religioso que ha creado a lo largo del tiempo una conciencia de miedo y aberración, no solo para con la enfermedad y los que la sufren, sino también para con sus familias y sus futuras generaciones.

 
 
 

Lepra en Colombia

La lepra llegó a América, primero con los españoles y portugueses y luego con los esclavos negros del Africa occidental. Entró al territorio Colombiano por Cartagena de Indias, durante la llamada época hispánica o época de la conquista, según reporte historiográfico, con el conquistador español, Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador del Reino de Granada y quien fuera conocido además, por su obsesión en busca Del Dorado. De hecho, cuanta la leyenda que fue éste quien encontró en el sector de lo que hoy es Agua de Dios, unas aguas termales que le aliviaron su dolor. De ahi que las bautizó con el nombre de Aguas de Dios. Quesada llegó a estos sectores ya enfermo, en busca de un clima cálido que le ayudara a apaciguar el dolor.

El afán de la Reina de España, Isabel La Católica, de llevar el catolicismo al nuevo mundo, hizo que el trato de los leprosos mantuviera las mismas prácticas de segregación que usaba la religion en europa, escondiendo el leproso o impuro, símbolo del pecado. A comienzo del siglo XVII, en el centro de Cartagena, la política de segregación da inicio a la construcción del primer hospital de San Lázaro donde internan a los enfermos pobres o sin familias, pues a los enfermos que tenían favorables condiciones económicas, se les permitió habitar en espacios lejanos de los grandes poblados, en donde no representaban un peligro para la sociedad. Sin embargo, el miedo de los habitantes de convivir tan cerca de los enfermos, hizo que el hospital fuera trasladado hacia las zonas periféricas, siendo finalmente establecido en la isla de Tierrabomba, en el sitio de Caño de Loro, donde funcionó hasta la primera mitad del siglo XX, cuando fue bombardeado y eliminado por el gobierno nacional.

 
 

Leprocomio de Caño de Loro
Photo Courtesy Periodico El Universal

 
 
 

Marco Histórico (1850 - 1920)

Para la segunda mitad del siglo XIX, las guerras civiles dejaban a su paso pobreza y miseria. Una divulgada publicación en 1850 del Médico y filósofo Ricardo De La Parra, calificaba la lepra como «el azote más espantoso» de la humanidad. La falta de conocimiento científico y el aumento de los leprosos, generaba un pánico colectivo entre una sociedad que creía que la lepra se contagiaba casi que con ver un leproso, obligando a las autoridades nacionales y a los gobiernos locales, a comenzar un proceso de justificación de aislamiento en Lazaretos.

 
 

Plaza de Agua de Dios

 
 

Doña María Ortega de Pardo, un mujer colombiana radicada en París, de alta sociedad y ferviente catolicismo, le contó al entonces Presidente de Colombia, Rafael Núñez, sobre la obra tan maravillosa del ya viejo, Juan Bosco. Dice la leyenda que la señora creía mucho en sus milagros, pues al parecer, ella misma, se curó de una enfermedad mortal, cuando el santo visitó Paris y en uno de los encuentros, le dio la bendición. Pronto Núñez comenzaría a buscar los medios para pedirle a Don Bosco que viniera a Colombia y es así que en 1886, Joaquín Vélez, ministro colombiano ante la Santa Sede, solicitó ayuda a los Salesianos, escribiendo una carta de petición directamente a su fundador, el Padre Juan Bosco: — Mi Gobierno, los prelados y cuantos se interesan por los pobres, ansían hacer partícipe al pueblo colombiano, de los beneficios que usted proporciona a la sociedad moderna.  Al año siguiente el arzobispo de Bogotá, Monseñor José Telésforo Paúl, escribía a Don Bosco en el mismo sentido. Pero las respuestas se limitaron a agradecer, explicando la imposibilidad por falta de personal. EL Gobierno de Colombia se dirigió entonces al Papa León XIII. El Pontífice pidió al cardenal Mariano Rampolla, su secretario de estado, que escribiera al padre Miguel Rúa, Superior de los Salesianos, para comunicarle su deseo de que aceptara la solicitud del Gobierno con el fin de que los Salesianos fundaran obra en Colombia. La respuesta fue afirmativa. El 10 de enero de 1890 y bajo las órdenes del padre Miguel Unía, salieron desde Turín, los primeros siete Salesianos hacia Colombia. El padre Evasio Rabagliati, quien había sido nombrado director, ya estaba en camino desde Chile.

 
 

Michael Rua & Giovanni Melchiorre Bosco
Photo courtesy by Wikipedia

 
 

Agua de Dios

 

La historia dice que Agua de Dios nace cuando un grupo de enfermos de lepra, desterrados del pueblo vecino de Tocaima, se vieron obligados a invadir una hacienda llamada "Agua de Dios" y construir allí sus viviendas.

Desde finales de 1860, la lepra estaba cobrando fuerza, y muchos enfermos se estaban desplazando hacia Girardot y sus alrededores, para encontrar bienestar en el clima y luchar contra esta rara y oscura enfermedad, hasta ese momento desconocida. La iglesia con su poder, mantenía la leyenda de que la lepra era un castigo divino, y que quienes la tenían, estaban pagando por alguna culpa de alguno de sus antepasados. Estas historias y la escasa información científica de la enfermedad, producían caos y miedo. Pobres, perseguidos y abandonados, los enfermos de lepra no tenían a donde ir. Por esto, en 1867, el estado Colombiano compró los terrenos a su dueño, el Sr. Manuel Murillo Toro, y los destinó como lazaretos. Tres años después, en 1870, se efectúa oficialmente la fundación de Agua de Dios.

 
 
 

Calle del Comercio

 
 
 

Los que en ensueños de amor
hacen de risa derroche,
no saben lo que es la noche
en la Ciudad del Dolor.

Si lo supieran lloraran
con tan hondo desconsuelo
que las estrellas del cielo
por no llorar pestañearan.

Tristezas de último adiós
con aires de cementerio
envuelven en su misterio
las Noches de Agua de Dios.

Desengaños y reproches
y recuerdos y amargura,
llenan de sombras oscuras
la soledad de esas noches.

Vienen trayendo un gemido
del lejano y dulce hogar,
de donde borro el pesar
el suave calor del nido.

Y solo cenizas dan
Llevando en sus alas frías,
de las muertas alegrías
que ya nunca volverán.

Poema: Noches tristes Autor: Adolfo León Gómez

 
 
 
 
 
 

Para 1895, el padre Evasio Rabagliati es encargado de liderar el tema de los leprosos y es nombrado Capellán de los lazaretos del país. Mas tarde la historia lo llamaría el “Apóstol de los Leprosos”. Terminada la guerra civil de 1895, el padre Rabagliati dicta una conferencia sobre el gran lazareto nacional, y se imprime y reparte por todo el país. El Arzobispo de Bogotá, en nombre de la iglesia y la patria, recomienda encarecidamente la labor. El vicepresidente Miguel Antonio Caro, aprueba la iniciativa del padre Rabagliati y pide a las autoridades su apoyo para “echar las bases de un lazareto nacional, cual lo demanda con carácter de urgencia, la alarmante propagación de la lepra en varias comarcas del territorio”. 

Padre Evasio Rabagliati

El 21 de julio de 1895, respondiendo a una invitación del General Reyes, Rabagliati y Juan Manuel Restrepo, se reúnen en la casa del propio Rafael Reyes, con otras 21 personalidades entre las que se encuentran el presbítero Leopoldo Medina, Carlos Cuervo Márquez, Carlos Calderón, ex Ministro del Tesoro; Bernardino Medina Calderón, médico boyacense y Leo S. Kopp, industrial alemán; el General Reyes presidió la reunión:  — Con el fin de decidir si en Colombia hay suficiente caridad, patriotismo e instinto de la propia conservación, para que la salvemos del terrible mal que nos amenaza, y es el que nuestra patria se convierta en un inmenso lazareto. El General Reyes afirma que según la última estadística existen en Colombia 27.250 leprosos, mayor número que en el resto de América y de Europa, y los invita a conformar una junta, en asocio de Rabagliati y con la colaboración decidida y entusiasta del clero y de las sociedades de beneficencia, con el fin de recaudar fondos para la fundación del gran lazareto nacional.

 
 
 
 

Exageraciones y equivocaciones médicas

En 1898, el médico Nicanor Insignares, estima el número de leprosos en Colombia entre 20.000 y 30.000 individuos, el también médico Abraham Aparicio, habla de 20.000 leprosos. La cifra se aumentó sin sustento estadístico hasta 50.000, quedando Colombia como « la primera potencia leprosa del mundo ».

Gerhard Armauer Hansen, en 1899, consideraba el número «fabuloso», en comparación con los 600 leprosos existentes en Noruega, país nada tropical, que había sido calificado como el más leproso de Europa: «no quiso absolutamente creer que pudiera haber un número tan extraordinario de elefancíacos en una nación que apenas tiene poco más de 4 millones de habitantes». «Cuando menos se piense Colombia será una inmensa leprosería», sostenía el académico de la medicina Lombana Barreneche, en 1903.

 
 
 
 
 

Pérdida de Panamá y repercusión política

Para 1900, el vicepresidente José Manuel Marroquín toma el poder después de dar un golpe de estado al Presidente Manuel Antonio San clemente. Colombia vivía la guerra de los mil días y las secuelas de la guerra civil. Las divisiones entre el partido conservador y el partido liberal, desataban una guerra que acababa con el país. Los Estados Unidos aprovecharon la coyuntura de la ingobernabilidad que vivía Colombia, para imponer un tratado que le concedía privilegios sobre el territorio Panameño, con el objeto de construir un canal interoceánico. El tratado recibió el nombre de Herrán-Hay y otorgaba a los Estados Unidos una franja de 5 Kilómetros de lado y lado del canal y control sobre las costas marítimas. El gobierno de Marroquín apoyó el tratado pero el Congreso de la república lo rechazó, lo que desató la furia del gobierno Americano quien decidió apoyar a Panamá en sus intenciones independentistas y proclamó el 3 de Noviembre de 1903 la independencia oficial del Istmo de Panamá, mediante carta de notificación a la Cancillería Colombiana, ubicando buques de guerra en territorio Panameño a fin de evitar un respuesta militar de Colombia. Fue famosa la frase del presidente Marroquín al responder: "¿Y qué más quieren? Me entregan una república y yo les entrego dos."

La separación de Panamá, las consecuencias de la guerra civil y de la Guerra de los Mil días, dejaron al país en la quiebra. El crecimiento del número de enfermos, conmocionaba al país.  En 1901 se acordonó toda la ciudad con una alambrada y fue custodiada con Policía Nacional e Interna, conformada esta última por los mismos pacientes enfermos de lepra. La conformación de Agua de Dios, su estructura y sus normatividades la convirtieron en una ciudad independiente con sus propias leyes y su propia moneda llamada “coscoja”; también se dispuso la construcción de una clínica, algunos hospitales y un subsidio de tratamiento llamado “la ración”.

 
 
 

Rafael Reyes Prieto
Foto: The Library of Congress - flickr

 
 
 

Repercusiones internacionales

La imagen de miles de leprosos abandonados por el Estado a causa de la Guerra de los Mil Días, deambulando por los caminos de Colombia, se internacionalizó rápidamente. En el primer año del siglo XX, en Francia, en la Exposición de París, de 1901, aparece Colombia como el país con más casos de lepra en todo el continente americano: «la parte correspondiente a Colombia en el mapamundi estaba señalada con una gran mancha amarilla, como la gran leprosa del continente americano».

 
 

En 1904, Rafael Reyes, quien acaba de ser elegido presidente de Colombia, manifiesta que la Lepra es un problema más importante para el país que el ferrocarril o que la educación pública, problema que se debía solucionar prontamente o sino Colombia se convertirá en “una inmensa leprosería de la cual huirá la humanidad ”. Reyes dijo: — este asunto es para mi país más importante que el papel-moneda, que los ferrocarriles, que la instrucción pública y que cualquier otro, y solamente comparable en su importancia, a la conservación de la paz… El dilema es acometer y coronar esta obra en la forma dicha, o que Colombia sea dentro de pocos años una inmensa leprosería de la cual huirá la humanidad como de tierra maldita.

 
 

La noticia de tan alarmante situación de la lepra en Colombia se hace preocupante para las autoridades de un país agroexportador, porque el exagerado número de leprosos de Colombia y la posibilidad de que los productos que exporta el país estuvieran contaminados con el bacilo: «empieza a causar pánico en los mercados europeos con relación a nuestros frutos, mirándose con recelo lo que procede de Colombia». Exportadores y autoridades colombianas temen que los mercados europeos y norteamericanos se cierren a los productos colombianos por miedo al contagio de la Lepra. «Ya el nombre de colombiano era sinónimo de elefancíaco. El doctor Montoya y Flórez, en 1906, sin contar con una estadística oficial, ya calcula una cifra global de sólo: «cuatro a seis mil elefanciacos en toda la Nación».

La exageración sobre leprosos en Colombia alcanza la increíble cifra «de más de 60.000» en un país de 5 millones de habitantes, causa fuerte reacción del Presidente Reyes, tras la aparición de una publicación en un diario de Nueva York, el 4 de agosto de 1906, que afirmaba que existían más de 60.000 leprosos en Colombia. El Presidente Reyes, preocupado por el efecto que estaban causado la imparables exageraciones en el número de leprosos, que atribuye al padre Evasio Rabagliati, envía una circular a todos los embajadores y cónsules de Colombia, acompañado de un concepto del doctor Julio Manrique, médico jefe de los lazaretos nacionales. El Presidente pide a embajadores y cónsules colombianos publicar la rectificación que demuestra que no somos «el país del mundo en donde hay más leprosos», en el mayor número de periódicos, pues estas exageraciones causan problemas al país y detienen la inmigración, pide: «enviar al presidente las reproducciones para hacer un folleto de ellas y hacerlo circular abundantemente, a fin de corregir por este medio el error que se ha cometido al afirmar que Colombia es el país del mundo en donde hay más leprosos, especie que nos ha causado inmensos males, y que podría detener la inmigración que viniera al país».

 
 
 

Policia en Agua De Dios

 
 
 

Un campo de concentración

En 1905, Agua de Dios se convirtió en un campo de concentración, un sitio de experimentación e investigación, y en algunos casos, un lugar para silenciar a los opositores politicos y libres pensadores. Bajo decreto de gobierno, los enfermos de lepra perdieron sus derechos civiles y se les impuso un aislamiento total y obligatorio. Los médicos se vieron obligados a romper el juramento hipocrático y los sacerdotes a romper el sigilo sacramental, éste último, generando una situación de terror y desesperanza, si se tiene en cuenta el gran poder clerical de la época y el catolicismo ferviente y practicante de una sociedad que se confesaba casi que a diario. Cualquier persona tenía la obligación de denunciar a un leproso, incluso si éste, era parte de su familia. Esta decisión repercutió en un comportamiento social violento y agresivo, pues cuando las personas descubrían por su propia cuenta que alguien tenía lepra y que la familia no lo denunciaba, ellas mismas iban a la casa de esa persona enferma y quemaban el lugar. El miedo generó una situation de poder para quien lo utilizaba de manera malévola y en provecho propio. Son muchas las historias de comerciantes que hicieron fortuna, “vendiendo” menjurjes como la cura de la lepra. Otros utilizaban el decreto, como una amenaza para quienes no pensaran como ellos, o no hicieran lo que ellos querían. Tal fue el caso del gran jurista Adolfo León Gómez, que después de pasar temporadas en el panóptico, o cárcel, por sus ideas liberales, terminó denunciado de tener lepra (sin tenerla) en un periódico de Manizales y a quien ni siquiera le practicaron exámenes en 20 meses después de llegar a Agua de Dios.

 
 
 
 
 
 

Para evitar la fuga de los enfermos, la aldea fue encerrada con alambre de púas. La norma ordenaba que cada tira de púas debía estar 10 centímetros arriba de la anterior y se tenían que tender dos cercas paralelas para evitar cualquier contacto. Se implantaron retenes en todos los puntos estratégicos, con vigilancia de la policía, que impedía la salida de los enfermos y garantizaba el control de los mismos. En los puntos cardinales del pueblo, habían torres o garitas, y a la entrada había un puesto de desinfección, por donde pasaban todas las personas que entraban o salían del leprosario.

En Bogotá, había un vagón del tren, de color blanco, dispuesto solo para los enfermos. Los leprosos llegaban de muchas partes del país por diferentes caminos, pero todos finalizaban su viaje en el puente de los suspiros, en donde se despedían de sus familiares, antes de continuar unos 20 kilómetros a mula o caballo, e ingresar para siempre al leprocomio.

 
 

El puente de los Suspiros y la policía.

 
 

Al llegar al Puente de los Suspiros, comenzaba lo que parecía ser más una procesión fúnebre, que el ingreso de un paciente a un hospital. Delante del enfermo, en otro caballo, iba un hombre con una campana avisando que un leproso venia en camino. La gente entonces, que por allí estaba, se escondían y cerraban sus ventanas.

Para muchos, el puente es un símbolo actual del dolor. Construido en 1862, fue bautizado con el mismo nombre del puente que en Venecia, une el Palacio Ducal con la antigua prisión de la Inquisición, cruzando el Río Di Palazzo y que debe su nombre a los suspiros de los prisioneros que, desde ahí, veían por última vez el cielo y el mar. En Colombia, este puente, primera construcción colgante del país, pasa por encima del río Bogotá y une Tocaima con Agua de Dios, y al igual que en Venecia, se le llamo De los suspiros, porque era el último lugar en el que los enfermos estarían, antes de aislarse para siempre del mundo. Para muchos también significó un puente que separaba el bien y el mal; la vida y la muerte, la tristeza y la alegría. 

 
 
 

Puente de los Suspiros

 
 
 

Torturas y experimentos

“Hubo procedimientos de descarte de la herencia de la enfermedad a través de los procesos de inducir los legrados y practicar abortos. Hay otros escritos donde se habla que los laboratorios de Sibaté solicitaban muestras de los enfermos bien contagiados, para luego estas muestras, ser inyectados en niños sanos para ver si desarrollaban o no la enfermedad. Había también una máquina de electrochoques… comenta Maria Teresa Rincón, directora actual del Museo Médico de Lepra, en Agua de Dios.

Los médicos llegaban a caballo hasta la frontera del alambre y punzaban y hurgaban con un palo de tres metros la piel de los enfermos. Las consultas médicas eran en su mayoría desde esa distancia, lo cual generó un ingreso forzado de centenares de personas que nunca tuvieron lepra.

"Tenemos elementos estadísticos y fotografía médica, donde mostramos el error médico al traer enfermos sin ser enfermos de lepra: Los labios leporinos se pensaron como enfermos de lepra, pero también dermatitis, artritis, todo ese tipo de enfermedades", advierte María Teresa.

La orden era que toda persona con defectos visibles en la piel o con deformidades era candidato para engrosar la lista de excluidos. Afectados por enfermedades de transmisión sexual como la sífilis también llegaron.

Cuando una leprosa daba a luz, las monjas y autoridades se encargaban de llevar los niños al sala-cuna, donde después, eran vendidos y entregados en adopción.

Al entrar, los pacientes debían entregar su cédula de ciudadania, esta era destruida, y a cambio, recibían un carné, donde especificaban su condición. Este carné también servía para delatar la situación legal del paciente, en caso de que éste escapara.

 
 

El Lib

 

Muchos me preguntan, como yo, de Manizales, radicado la mayoría de mi vida fuera de Colombia, termine escribiendo un libro sobre la lepra y sobre Agua de Dios. La respuesta es simple: La música me llevo a conocer esta triste, y a la vez esperanzadora historia. En Agua de Dios, vivió uno de los grandes compositores de nuestro país: Luis Antonio Calvo (1886-1916) un compositor al que interpreté mucho cuando era adolescente.

No estoy seguro si pasaba en todos los conservatorios, pero en Manizales, mientras estudiaba con mi maestra, Olga Gonzalez, tuve la oportunidad de estudiar e interpretar la obra del Maestro Calvo. Olguita, como la llamábamos de cariño, era una gran fan de Calvo, y por esta razón, la mayoría de sus alumnos teníamos en nuestro repertorio obras de él. En mi caso, la primera obra que aprendi fue La Malvaloca. Luego vendrían todos los Intermezzos y por supuesto El Arabesco. Durante las clases, Olguita nos exigía conocer de los compositores. ¿Cómo podrías tocar algo, sin conocer ni siquiera la vida del compositor? — decía. En el caso de Calvo, Olguita nos decía que debíamos imaginar el sufrimiento de Calvo, al haber sido portador de Lepra, después de una carrera que crecía de manera brillante, y luego terminar enterrado vivo, en Agua de Dios. Las imágenes de él, en El puente de los suspiros, despidiéndose de su madre, contado con esa tristeza con la que Olguita lo hacía, aún las tengo en mi memoria.

De Calvo conocí entonces su historia, y con ella, conocí de Agua de Dios. Todo, de manera muy arromanticada debo confesar, pero digamos que conocía lo esencial.

 
 
 
 
 
 

Para el año 2000, me fui a vivir a Bogotá, a estudiar música en la facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia. Allí, en un fin de semana festivo, un amigo de mi pueblo, me invitó a pasar el fin de semana en la finca de un amigo suyo. Así conocí, a un gran amigo al que estimo mucho, el Sr. Eduardo Sáenz, conocido socialmente en Colombia, como Uto.

Ese fin de semana, salimos a montar a caballo y a comer trucha. Entonces en el camino, fue cuando vi un letrero que decía: A la derecha, Agua de Dios. Continué el trayecto pensando, si ese “Agua de Dios”, sería el mismo donde vivían los leprosos, y por supuesto, donde había vivido Calvo. Cuando le pregunté a Uto, me dijo que efectivamente, ese era el pueblo donde vivían los leprosos, pero que él no conocía de Calvo. Al día siguiente visité por primera vez Agua de Dios, un pueblo al que incluso en ese momento, a la gente le daba miedo entrar por temor a contagiarse de la lepra. Un pueblo en el que según la gente, los pacientes caminaban por las calles, y se les caía la piel, los dedos o la nariz.

 

Despues de ese dia, querdaria en mi memoria las palabras de dos ancianas mujeres que estaban allí, sentadas en el parque: una me dijo: Aca nació el homosexualismo. Y la otra me dijo: aca lo iban matando a uno, en silencio, pero es mejor no contar eso.

Despues de terminar mi primer semestre, y aburrido con la pedagogía decadente del conservatorio, dedidi irme a Europa, apoyado por mis papas, a buscar mejores oportunidades. La idea de Agua de dios seguía en mi, pero no sabia que debía hacer.

Mientras pasaba el verano del 2002, en en casa de unos amigos en Comillas, un pueblo al norte de España, decidí comenzar a escribir un cuento corto sobre Agua de Dios. Me interesaba contar esa historia de Calvo y contar un poco de su vida en Agua de Dios. Aunque las historias de las dos ancianas, aun hacían eco en mi, no veía ninguna relación con la vida de Calvo.

Despues de unos 3 anos, y de otras experiencias musicales, volví a retomar, por ella en el 2005, la historia que había escrito en 2002. Pero esta vez, la situación cambio, cuando conocí, gracias al internet, el estudio del Dr. Abel Pacheco.